Es muy común cuando ya se sabe que vas a ir al Rocío, que te pregunten: ¿Con quién vas?. Yo en muy pocas ocasiones he podido responder a esta pregunta porque aunque mi familia por parte de mi padre, la Revuelta, es muy rociera por devoción y tradición, yo no tuve muchas oportunidades cuando fui pequeña de hacer el camino y vivir el Rocío con ellos. Una pena la verdad porque cada vez valoro y agradezco más las experiencia que vamos adquiriendo en la vida, ya sean las que te proporcionan tus padres de pequeñita o las que vamos adquiriendo por vivir. Y si es por vivir en lugares ricos en tradiciones y en costumbres, mejor que mejor… Esto, desde mi modesto entender, hace que esos sitios sean especiales y singulares. Parece que algo de magia existe en ellos, que los hacen encantadores en el sentido más amplio de la palabra y que te hacen volver una y otra vez.
Volviendo a la pregunta inicial con la que comencé este post, este año y por primera vez, hago un trocito con Triana, la salida. Me emocioné mucho, la verdad, me encantó encontrarme con mis tíos y tía que aunque ya no hacen el camino, no quieren desvincularse del todo. Se siguen emocionando, aunque “relatan” un poquito de cuanta gente lleva ya Triana y qué distinto era antaño. Mis amigas y yo, disfrutamos muchísimo con los preparativos, durante las 12 horas de experiencia pero también recordando las anécdotas allí vividas. Solo fue un día, llegamos a la primera parada con Triana pero dio para mucho… El próximo año… ¡Llegaremos hasta la aldea de Almonte!.
Aquí os dejo el testimonio de lo que os acabo de contar. Un beso a todos… Amenazo con volver muy pronto.